Privar al personal docente de dignidad va en contra de la porción mas apreciada del capital humano de la nación, los niños y los jóvenes
Llegado el instante de elegir una carrera, mas de un joven de decidirá por la educación , por ser maestro , no tan solo por una noble vocación de servicio, sino quizás porque le halaga la perspectiva de lo que el cree que va a ser un lecho de rosas. Le parece verse en la sala de clases, rodeado del afecto y la estimación de los alumnos que lo quieren, lo admiran, y le obedecen como muchachos diligentes. Complemento a este risueño porvenir son las largas vacaciones de curso.
Pero es necesario ir por partes. Justo es que el joven que piense dedicarse a la enseñanza caiga en al cuenta de que las rozas que encontrará en el camino tienen algunas espinas. La educación , de igual modo que el matrimonio, encierra satisfacciones, pero, y este es un pero considerable, encierra asimismo un sinnúmero y nada de pequeños contratiempos, incomprensión, disgustos, menosprecio de la labor y monotonía.
Habría que preguntarse primero, ¿Tengo verdadera vocación para la enseñanza ?. La respuesta que el futuro profesor dé a esta pregunta puede ser decisiva tanto para su propio porvenir como para el de sus alumnos . Lo deseable es que acuda espontáneamente a su ánimo esta respuesta: “Me gusta aprender, y deseo enseñar a otros lo que yo he aprendido”
El corazón del maestro , como el de los padres, ha de poseer tesoros de afecto y siempre renovados. No puede consentir el maestro que lo domine la desilusión ni que se le agríe el carácter. La indiferencia o la propensión a la ironía en el trato con los alumnos denota, como se entiende, que su propia capacidad de afecto y comprensión deja bastante que desear. En ese caso es el mismo maestro quien está necesitado de enseñanza, y mal puede impartirla a los pupilos .
También hay que preguntarse: ¿Tengo paciencia? La conducta alocada de los alumnosdará ocasión a que se manifieste lo que haya de poco asentado en el carácter del maestro . No perder el dominio de si mismo en tanto lidia con 30 o 40 muchachos que se esfuerzan por sacarlo de sus casillas, le somete a un fatigoso esfuerzo.
Tiene que hacer frente a las contrariedades sin impacientarse. Verle enojado resulta para sus
discípulos un espectáculo sumamente divertido. En cambio, la firmeza sin cólera les impone respeto. ¿Cuán frecuentemente verá el
maestro puesta a prueba su paciencia? Todos los días.
De nada valen amonestaciones ni castigos. Hablan cuando elmaestro explica una materia, hablan en las horas de estudio, hablan al hacer sus tareas. ¿Habrá que achacar semejante charlatanería a que no han aprendido aún urbanidad? Puede que si. Sin embargo, a veces es imaginable que esa incontinencia verbal es resultado inevitable de la época. En algunos hogares suena muy fuerte la música o la televisión constantemente sin que a nadie le interese de veras escucharla. A veces se suele el maestro preguntar si no será esta la causa de que las explicaciones del profesor resbalen por los oídos del alumnocomo si fuesen la voz de un locutor cualquiera.
Otra de las pruebas a que se ve sometida la paciencia del maestro es la desgana con que los alumnos reciben cuanta tarea tienen que hacer en casa. “Tenemos tantas cosas que hacer” es la disculpa que nunca les falta. Piden que les den libros fáciles, y no quieren oír hablar siquiera de los clásicos. ¿Que sacamos con enterarnos de lo que escribían en el siglo XVIII si vivimos en el siglo XXI? Se dice ahora.
La historia patria es para ellos nada en comparación con las fascinadoras aventuras de los videos y cómics, en cuanto al diccionario... casi es necesario llevarlos amarrados para que lo consulten. Tararean con entusiasmo las canciones de moda, y casi lloran cuando elmaestro les da por tarea la lectura de una poesía.
El corazón del maestro, como el de los padres, ha de poseer tesoros de afecto y siempre renovados
En esta época tan apresurada abundan los adolescentes que adelantan en sus estudios a paso de fatigado dinosaurio. Entran en la sala como si acabasen de recorrer a pie medio mundo, se desploman en el asiento para quedar ante la mesa desmadejados, semejantes a plantas que agotó la sequía.
En cambio, basta que termine la clase para que recobren de súbito sus energías y desaparezcan del aula con una rapidez de ardillas. Siempre existen, por fortuna, entre losalumnos de todo establecimiento de enseñanza un grupo mas o menos numeroso que ejerce benéfica influencia compensatoria. Da gusto enseñar a estos muchachos en quienes la apariencia juvenil se hermana con una madurez de juicio superior a sus años.
Algunas veces serán los propios superiores del maestro quienes le apremien. Casi todomaestro conoce de cerca la tentación de echar por el camino mas fácil, de contemporizar a fin de ganarse la voluntad del público y aun de las mismas autoridades escolares. Necesita de mucha entereza de carácter para sostener, sin que le asusten miradas hostiles, que la misión de la escuela es impartir conocimientos, educar , formar buenos ciudadanos, y en modo alguno convertirse en semillero de malos hábitos.
Los muchachos son propensos a la imitación, y es de deplorar el ejemplo que les da al público con esa tendencia tan frecuente a burlarse del maestro . Se le critica por ser demasiado joven, o por ser demasiado viejo. Se le censura si pierde la paciencia ante la malcrianza de los alumnos , o si reprueba al final del curso a los que no estudiaron.
Es de esperar que los censores sean testigos, siquiera por un día, de lo que significa tener que estimular, instar, corregir, alentar, apaciguar, instruir, en una palabra, empeñarse en ser a un tiempo mismo guía, amigo y consejero de un grupo de muchachos revoltosos.
El maestro seguirá siendo, a los ojos de la generalidad de la gente, un tipo risible mientras no reciba un sueldo comparable por lo menos al de los empleados de cierta categoría de una buena empresa.
Privar al personal docente de dignidad va en contra de la porción mas apreciada del capital humano de la nación, los niños y los jóvenes. El maestro necesita, acaso mas que ninguna otra cosa, la fortaleza que le permita sobreponerse a todo esto y ver la importancia de su labor. Si ama su profesión y cumple bien con ella, sabe que está ayudando a la juventud a alcanzar los ideales mas altos y nobles de la civilización.
Por rebeldes que se hayan mostrado losalumnos ante los esfuerzos que se hacen para instruirlos y educarlos, puede abrigar el la certeza de que al final del curso, los muchachos serán mas sabios y bondadosos que al principio. Y esa es la mejor recompensa del verdaderomaestro .
Habría que preguntarse primero, ¿Tengo verdadera vocación para la enseñanza?