El sociólogo alemán Ulrich Beck ** (1944 – 2015) intenta comprender y transformar lo que ha denominado “la sociedad del riesgo”. Sostiene que el problema del riesgo y su persistencia, antes que fenómenos como el cambio climático, la energía nuclear, la crisis financiera y los flujos masivos de inmigrantes son las diferentes percepciones de los mismos según los países y sus intereses. Para encontrar la solución se requiere formular decisiones basadas en un consenso mundial, pero el neoliberalismo (es decir, la ideología dominante) en tanto antepone el negocio al riesgo impide la adopción de políticas eficaces. |
1. La segunda modernidad (la sociedad del riesgo)
Beck distingue la modernidad avanzada de la modernidad industrial. A esta última, la considera una semi-modernidad. Ambas corresponden a diferentes paradigmas, la primera es la sociedad industrial o de clases estudiada por Marx y Weber, en la segunda hay un proceso avanzado de modernización que produce “efectos secundarios latentes”, como consecuencia del desarrollo técnico-económico, que en realidad son riesgos y peligros difíciles de canalizar y minimizar (Beck, 1998).
En ambos paradigmas existe la desigualdad social, según Beck. En la sociedad industrial, los problemas y conflictos giran en torno al reparto de la riqueza; en la sociedad de la modernización avanzada, los conflictos surgen de la producción y reparto de los riesgos. Los países del llamado “Tercer Mundo” todavía sufren por la “dictadura de la escasez” y se enfrentan a problemas propios del reparto y el incremento de la riqueza social. En los países desarrollados de Occidente, por el contrario, perdió importancia la lucha contra el hambre con el abastecimiento, aunque pueden surgir problemas como la obesidad debido a los alimentos chatarra (Beck, 1998, p. 26).
Desde luego que el riesgo no es algo nuevo, pero antes se trataba de riesgos personales y perceptibles mediante los sentidos; ahora se trata de riegos globales y se advierten en las fórmulas físico-químicas. Beck cita como ejemplo el caso de países boscosos, como Suecia y Noruega, que aunque no poseen industrias que produzcan sustancias nocivas en cantidad, ven amenazadas sus especies vegetales y animales por las industrias de los países vecinos (pp. 27-28).
“Beck se da cuenta que, a diferencia de los viajeros medievales, quienes evaluaban los riesgos individuales antes de cada viaje (expresado en forma de aventura), esta nueva percepción del riesgo se presenta como colectiva y catastrófica [y] dicho cambio se lleva a cabo en concordancia con el aumento de las fuerzas productivas y la materialidad.” (Kostanie, 2010, p. 275).
Estamos en presencia de riesgos que suelen permanecer invisibles y que causan daños irreversibles. Surgen situaciones sociales peligrosas que afectan a todas las clases sociales. Producen desigualdades internacionales afectando a países del Tercer Mundo y también entre los Estados industrializados. Estos efectos secundarios tienen consecuencias para la salud de la naturaleza y del hombre:
“…hundimientos de mercados, desvalorización del capital, controles burocráticos de las decisiones empresariales, apertura de nuevos mercados, costes monstruosos, procedimientos judiciales” (p. 30).
Los daños al medioambiente por la actividad industrial se caracterizan por una pérdida del pensamiento social, pérdida que no llama ni siquiera la atención de los sociólogos (p. 31).
Los riesgos y la riqueza son objeto de repartos, hay quien gana y quien pierde. Cuando se trata de recursos escasos a los que se aspira (ya sean los ingresos o la educación), los riesgos suelen ser considerados un producto adicional, cuyos efectos se niegan o reinterpretan. Vale decir que ante los riesgos y su reparto siempre hay medidas argumentativas. Esto se ve facilitado porque muchas de las contaminaciones no son perceptibles por los sentidos (p.33). Las afirmaciones que se divulgan sobre los peligros son del tipo:
“La constatación en niños de ‘concentraciones de plomo no peligrosas’ o de ‘elementos de pesticidas en la leche materna’ no es en tanto que tal una situación civilizatoria de peligro, como tampoco lo es la concentración de nitratos en los ríos o la presencia de dióxido de sulfuro en el aire” (p. 33).
Considerar al riesgo como “efectos secundarios latentes” lo consiente y lo legitima a la vez, lo hace ver como un destino natural. Además, estos riesgos atraviesan las fronteras, se globalizan. Las cadenas de alimentos, por ejemplo, conectan en la práctica todos los habitantes del planeta (p. 42).
En la segunda modernidad, según Beck, quedan obsoletos muchos de los conceptos de las ciencias sociales. Las coordenadas que tradicionalmente marcaban las fronteras de la desigualdad y la inseguridad (clases y colectivos sociales homogéneos) han sido alteradas por poderosos procesos de individualización y fragmentación familiar y social.
El análisis del proceso de modernización, según U. Beck, exige diferenciar individualización de atomización. En el primero de estos conceptos, existen los derechos humanos, la educación y el Estado de bienestar; es decir que los hombres están “en situación de dominar las contradicciones de la modernidad en la organización y la orientación de sus propias vidas, al igual que sus redes sociales y políticas”. En cambio, en el segundo concepto, “los recursos institucionales no existen…” (Correa Osorno & Guillén Mesa, 2011, p. 149).
Sobre este punto, dice Bauman, que los problemas son comunes a todos y se derivan de la estructura y jerarquías sociales, y de las formas de vida sociales; pero la responsabilidad de resolverlos recae sobre las personas tomadas “de una en una”. De manera que…
“… cada individuo aparece, y se presenta a sí mismo, como culpable de su propia vida y de lo que ocurre en ella: si enferma, si no encuentra trabajo, si no tiene amigos, si triunfa o si fracasa. El triunfo de la libertad condena al sujeto a sí mismo. Y, sin embargo, al mismo tiempo, no se le dan los instrumentos para que pueda resolver esos problemas, pues esa libertad, en realidad, es ficticia: el sujeto no tiene capacidad para actuar” (Jiménez de Asensio, 2009, p. 81).
Se parte del supuesto que, aunque los problemas son globales, debemos encontrar soluciones individuales, pero hay una gran diferencia entre ser “individuo” y ser “institución”. Por eso, Bauman dice que “somos solitarios conectados”.
“El ciudadano comienza a perder una importante porción de su soberanía cognitiva; así surgen los conocidos expertos del riesgo, quienes junto a las estructuras económicas ejercen una explotación comercial con miras a nuevos mecanismos de seguridad.” (Kostanie, 2010, p. 276).
La obra de Beck es un trabajo pionero en lo que respecta a la teoría del riesgo y el temor en la sociedad moderna. Sin embargo, ha recibido numerosas críticas de sus colegas:
- R. Castel (2006) considera que si bien las sociedades modernas están “equipadas con todo tipo de materiales y protecciones, son aquellas donde el sentimiento de inseguridad no solo es moneda corriente, sino que atraviesa todos los estratos sociales”. Esta comunidad del miedo, lo lleva a la siguiente proposición: “la inseguridad moderna no sería la ausencia de protecciones, sino todo lo contrario, una obsesiva manía vinculada a la búsqueda incesante de seguridad en un mundo social interrelacionado.” (Kostanie, 2010, p. 278).
- Según Luhmann (2006), Beck y sus discípulos confunden el riesgo con la amenaza: “La caída de un avión o un terremoto no son un riesgo para el ciudadano en general porque su decisión no determina el evento en ninguna de sus formas; las amenazas no se forman por riesgos individuales”. En segundo lugar, “el riesgo se configura como tal siempre y cuando pueda ser evitable por el sujeto” (Kostanie, 2010, p. 279).
Después de haber revisado estos y otros argumentos, Kostanie formula la siguiente hipótesis de trabajo:
“La percepción de riesgo es mayor en aquellos económicamente activos en comparación con otros grupos laboralmente pasivos, como menores de edad y jubilados o pensionados” (p. 280).
Los debates sobre la necesidad de una nueva legislación que conduzca a una “nueva sociedad”, ya no se dan en los parlamentos. Estos debates se sitúan en la microelectrónica, la manipulación genética y los medios de comunicación. La toma de decisiones que antes se hacía en el poder político se ha desplazado a los laboratorios de investigación y los gabinetes de los ejecutivos, vale decir a la sub-política tecnológica. De manera que el campo de lo no-político va convirtiéndose en guía de lo político.
2. La transformación social hacia una globalidad alternativa
Beck afirma que las cuestiones de la transformación social se han desplazado del campo de la política al de la sub-política. Sin embargo, no se reconoce que la sociedad moderna contemporánea no tiene ningún centro de dirección. Los diferentes campos de la sub-política (como la ciencia y la economía) no pueden seguir simulando que hacen política con sus medios, y que por lo tanto están transformando la vida social.
En esta situación las tendencias hacia las autonomías pueden superar la auto- coordinación de las partes del sistema. Desde luego que Beck no aboga por la centralización en un autoritarismo científico con una burocracia excesiva que se manifieste como una dirección única de la anomia. Además, se pueden establecer formas intermedias de control.
“… Se perdieron institucionalmente las posibilidades de autodeterminación democrática. En cambio, las innovaciones económicas y técnicas se han convertido en el motor permanente de las transformaciones sociales y ello excluye la participación, el control y la oposición. Así se han originado las múltiples contradicciones que hoy irrumpen” (pp. 282-283).
Las autoridades políticas aparecen como responsables frente a las protestas críticas, pero en realidad no tienen la menor idea de los cambios que fomentan o dicen fomentar.
“Los efectos laterales se atribuyen a la responsabilidad de la política y no a la de la economía. Es decir, la economía no asume lo que ha originado y la política asume lo que no cae bajo su control” (p. 281).
Cuando las nuevas generaciones se preguntan ¿qué debemos hacer?, se les responde con las antiguas lógicas del Siglo XIX: la movilización de nuevas fuerzas creativas científicas y técnicas. Pero ya no estamos en la transición de la sociedad tradicional a la sociedad industrial. La sociedad industrial es considerada por Beck como semi-moderna, y no se puede comparar con los cambios inéditos acaecidos en los dos últimos siglos. Las innovaciones constantes de esta nueva forma de modernización tienen consecuencias no deseadas que pueden desembocar en algo contrario a lo esperado.
“… pues lo que se consideraba una política estabilizadora puede convertirse muy rápidamente en una desestabilización general” (p. 282).
Beck se pregunta cómo podría controlarse la investigación que redefine la muerte y la vida, si no hay normas emanadas del parlamento. Da como ejemplo, cómo se podría impedir la manipulación genética sin cuestionar la libertad de investigación. Su respuesta es la siguiente:
- “Mediante una generalización, con garantías jurídicas, de ciertas capacidades de influencia de la sub-política” Esto se refiere a garantizar juicios independientes y facilitar la intervención independiente de los medios de comunicación (p.288).
- “Garantizar institucionalmente una vía para la oposición al predominio de profesiones o de gestión empresarial, vía que hasta hoy se ha abierto camino con grandes dificultades” (p.288).
Esto último se refiere a la existencia de controversias internas en la empresa y en la profesión acerca de los “riesgos implícitos en los desarrollos objeto del escepticismo reprimido” (p.288).
“Por lo que a la política oficial se refiere, se abrirían también muchas oportunidades de influencia. Imaginemos, por ejemplo, como cabría orientar la discusión sobre la reducción de los costes de la previsión social, si se dispusiera de una medicina alternativa eficaz y dotada de sólidos argumentos” (p. 289).
No se trata de restablecer el monopolio de la política – dice Beck – ni tampoco la alternativa está en la oposición capitalismo/socialismo.
Los trabajos de Beck abordan el tema de la sociedad global con un enfoque generalista, aunque reconoce que las percepciones del riesgo varían de un país a otro y que la situación no es la misma en el “Tercer Mundo”, queda pendiente en consecuencia el estudio del problema desde el punto de vista de la corriente post-colonial.
(*) Magister en Sociedad de la Información y el conocimiento (U.O.C). Profesor Emérito de la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia.
(**) Sus últimas publicaciones en español sobre la globalización fueron La sociedad del riesgo mundial: en busca de la seguridad perdida y ¿Qué es la globalización?: falacias del globalismo, respuestas a la globalización. Ambas editadas por Paidós Ibérica en 2008.
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